domingo, 20 de diciembre de 2009

LA PESCA


Inés, socióloga y solitaria crónica solía ir a un cibercafé a descubrir si por ahí pasaba su príncipe azul. Pese a su formación, en su interior guardaba un cuento de hadas reservado para su vida, estaba firmemente convencida de que “alguien” la descubriría, sentada tomando su rutinario jugo de naranja exprimido (por eso de las propiedades rejuvenecedora de las naranjas), con sus anteojos de lectura intelectual, sus uñas rosas y prolijas que mostraban firmemente un dedo sin alianza. Siempre con algún libro que ya había leído hasta la memoria su mesa siempre daba en diagonal a las máquinas dispuestas para internet, podía llegar a ver tres pantallas y definir el contenido, tenía un reojo maestro que disimulaba con su libro abierto, descartaba a los adolescentes y se centraba en los hombres que aparentasen de 35 para arriba, el arriba no tenía mucho límite, ya que los adultos internautas no suelen llegar hasta edades muy avanzadas, así que de esa manera tenía asegurado no equivocarse en el rango de edad de su príncipe. En un primer reojo se fijaba si el hombre tenía alianza, una vez descartado esto, se fijaba si chateaba, y si era así se fijaba si el individuo, inocente bajo su lupa, chateaba desde su mail o desde algún sitio, así iba definiendo y descartando hombres, la indignaba cuando a alguno le saltaba en la pantalla el cartel rojo que bien conocía, como página porno denegada, ya que el ciber tenía la protección en las computadoras para menores. Entonces los miraba deliberadamente con una mirada acusadora de mujer ofendida, por supuesto que la mayoría de las veces los hombres jamás se daban cuenta de su presencia. Un día confirmó la presencia por tercera vez de un hombre serio, atractivo, con rasgos masculinos muy marcados, sobrio con una mirada oscura, que caminaba sin mirar nada, y este nunca se había sentado en las máquinas a su alcance, así que notó que aparecía en el ciber casi a la misma hora, definitivamente era cuando salía de trabajar, así que luego de comprobar dedo sin alianza y que siempre iba solo, trató de llamar su atención, así que al otro día se pinto con rimel y brillo de labios, sin embargo los hombres transitaban como si ella fuera transparente, y eso le daba la pauta de que ninguno de ellos era su príncipe, por que su príncipe la reconocería, entonces ella daría el paso siguiente. Al segundo día se presento con la pintura puesta como para una entrevista y una camisa con un volado que mostraba sus pechos como dos bombones. El observado entró al ciber en su rutina, y por fin sí la vio, bueno en verdad vio sólo una parte de su cuerpo, pero siguió de largo. Pero esa mirada fugaz le dio a Inés el pistoletazo de salida, así que sin mas se levanto y pidió una maquina y ahí se sentó a su lado, comenzó a buscar unos libros de sociología solo para poner algo en la pantalla, miraba que su príncipe veía unas publicaciones de una Universidad, enseguida se dio cuenta que EL era el indicado, así que lo miraba de vez en cuando, aunque este la miró por reacción serio por supuesto, y sin percatar la tanza con anzuelo de Inés. Ella tiró la carnada dijo “ disculpame ¿vos estudias en esa Universidad? El príncipe afirmó le comento que estaba cursando una maestría en marketing, a Inés se le iluminaron los ojitos al ver que la tanza se movía, entonces dio un pequeño tirón y dijo” Que bueno! Yo estoy buscando en hacer un doctorado en la misma Universidad, aunque no estaba muy segura de los profesores, ¿Qué tal esta Universidad” (mentira certera-carnada segura). Entonces el habló “que bien, mirá si querés nos tomamos un café y te cuento”. La tanza se tensó, Inés sonrió triunfal.
Se sentaron en una mesa alejada de las máquinas, la ansiedad de Inés era casi notoria, recogía la tanza con el reel haciendo presión con la caña. Y le hablaba de su formación, y de lo curioso del ser humano, El Príncipe la escuchaba sin mucho interés, aunque la intelectualidad de Inés le parecía interesante, había algo que no lo convencida, de todas maneras la escucho paciente hasta que empezó a hablar del rol de la mujer queriendo igualar al hombre. Inés sintió el tirón en la tanza, pero no aflojó, iba a pelear por su trofeo. Pero se enredaron en una discusión que comenzó a subir el tono de cada postura, su Príncipe la había tocado el talón de Aquiles, y en un intento de ganar la batalla citó a Simone de Beauvoir, su admiración hacia ella y siguió enumerando los derechos femenino, enseguida El Príncipe reconoció a una feminista de barricada y clitoriana, se le abrieron los alerones de la nariz no la pudo soportar mas, debería hacerle un lavado de cerebro para que nos podamos entender, pensó que ya no había tiempo para discutir nada, a sus cuarenta años no pensaba perder tiempo de su vida y sin decir palabra El príncipe se levantó ofuscado, tiro el dinero de los cafés sobre la mesa y se fue sin decir ni adiós. Entonces Inés sintió el tirón en la tanza seguido de la soltura de la libertad y la enorme holgura de la soledad. Casi sin entender cómo no se había dado cuenta que si besaba al Príncipe éste se convertiría en sapo, guardó su caña hasta el otro día…

2 comentarios:

  1. qué manera de relatar nena!
    muy bueno, es como estar ahí, en la mesa de al lado.
    besos y al mini príncipe!
    Dani.

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  2. Genial el relato Lore. Pago por saber cuál es el cybercafé y poder espiar a la pescadora!!! :-)

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