viernes, 23 de abril de 2010

LA CORRIDA

Comencé una publicidad como quien comienza un trabajo nuevo, no importa que haya hecho muchas, cada nueva que comienza es casi como la primera, con la responsabilidad que la caracteriza. No sabes si el director se acatará a lo hablado en las interminables reuniones durante tres jornadas previas, o le tomara la inseguridad y no sabrá si la mesa la quiere de madera, fórmica o piedra, si el vestuario será monocromático y clásico o extravagante…

Entre en la arena con mi traje de luces muy preparada, con tres percheros de ropa, y una plancha a vapor en la mano. Lo primero que me llamo la atención fue un hombre sentado abstraído en su computadora portátil, mientras todos íbamos y veníamos en el frenesí de la preparación, pero lo que más me llamó la atención fue su sombrero piluso que le acentuaba su cara de tortuga y los ojos de carnero. Si bien no soy de reparar en la gente, en mi mente pasó la frase “que tipo tan feo”. Seguí buscando un enchufe para mi plancha preguntando si no le era molesto que la enchufe en la misma toma que su computadora. Comencé a planchar, de la computadora comenzó a salir un tango, el toro me había visto y se preparaba para la primera embestida. Si no fuera porque estábamos en España me hubiera pasado desapercibido. ¿Sería Argentino? Porque de ser así ya entendía perfectamente ese sombrero anacrónico, por esa particular forma que tenemos los Argentinos de ponernos cualquier cosa y convencer al otro de que nos queda bien. Ooooleee! Luego de Piazzola, Bajofondo y Charly, era obvio que el toro no iba a dejarme pasar así nomas.
Lo que tiene las publicidades largas es que duran el tiempo exacto para comenzar a conocer a alguien, que no vas a conocer.
¿Sos Argentino? Finalmente pregunté. Resultaba ser centroamericano y la cara de tortuga se le volvió a acentuar. ¿Qué haces, sos el productor? (pregunté por que seguía sin hacer nada). Soy el fotógrafo (o sea la figura mas importante luego del Director). El toro volvió a arremeter. ¿Y vos sos la vestuarista?, si respondí aunque por lo general hago el arte. Oooleee! Yo también hago arte, bueno hago videoarte. Esta vez la capa se me enredo en sus cuernos, aunque logre zafar. Mira te muestro. Y al cabo de los quince días de la publicidad, ya su cara no me parecía tan de tortuga, su sombrero anacrónico de piluso le quedaba bien y yo me quería ir a Centroamérica con él.
Eso es lo que tienen los trajes de luces, tanto brillo te nubla la vista.
Los mails eran cotidianos al igual que las llamadas telefónicas. Ya tenía mi pasaje comprado, cuando al finalizar de leer un mail de puro amor, éste finalizaba dirigido a otra persona, otra mujer. Si no fuera porque seguido de este mail había dos más que en mayúsculas decía “No Abras el mail anterior” hubiera pensado que era una confusión, hubiera buscado una excusa emocional valedera.
Sentí la embestida mortal, la cornada en el centro del pecho por donde se desangraba el amor. El toro ganó la corrida.