viernes, 30 de octubre de 2009

EL GRILLO Y LA ADICCIÓN DE COMPARTIR (republicado)

Ya les conté de mi amigo El Grillo, y su emigración a España, pasados sus rigurosos cinco años de autoexilio y fortuna decidió volver a su ciudad natal, por eso de extrañar el polvo, las colas y las puteadas como se deben. Dejó a la única mujer que lo quiso bien, por que en el fondo mas intimo no podía regresar con una negra, y no hablo de negra como decimos nosotros los porteños, sino de cómo se dice en Europa, una persona de color, bien profundo, la sola idea de que sus hijos salgan de color indefinido no le terminaba de convencer, mucho menos pensar en el que dirán. Si había algo que tenía la negra era que lo amaba con sus sinceridades e incoherencias, y quizás por eso entendió que no quería estar mas con ella y que regresaba a su ciudad natal, cuando estaba en el ápice de su profesión ganando un sueldo privilegiado.


De España se trajo el perfeccionamiento en el arte de fumar porros, y con las mejores semillas que se pudieran encontrar para tener su propia plantación de carácter casero. Fue así que en el jardín de su casa planto dos semillitas, sin mucha esperanza de que algo sucediera, realmente el clima de su ciudad es demasiado seco, nada crece en esos pagos mas que algún cactus. Sin embargo la magia de su pensamiento hizo que no solo saliera un brotecito tímido desde la tierra, sino que en poco menos de un mes tuviera un matorral difícil de someter. Como al Grillo le gustan las plantas, dejó a la salvaje cannabis propagarse en su patio, cortaba cuidadoso las hojas haciéndose una alacena de almacenero para el convite de sus amigos, por que si algo distingue al Grillo de los demás es su gran generosidad. Llegó a su alacena Ariadna, para no irse más. Quince años mas chica que él, una treintaniera que supo ver la veta generosa. El Grillo no pudo resistirse a sus ojos almendrados, su pelo alborotado y ese afán de vivir que despedía su cuerpo (afán que muchos hombres de la ciudad habían transitado), pero al Grillo eso no le importaba, aunque el asunto de un novio en el extranjero lo ponía un poco nervioso, como era virtual, podía ahumarlo en algunos porros y de repente ella era solo de el. Poco a poco conoció el disgusto de no saber donde se encontraba ella, y por que desaparecía sin mas para volver a los dos días. Ariadna una estratega en el arte de mentir siempre tenía argumentos, que nunca llegaba a contar del todo por que desplegaba su afán de vivir hacia la cama donde entre besos y acrobacias quedaba todo olvidado. Luego abría alguna lata de tomate, y juntos cocinaban unos fideos. El Grillo era feliz, tenía una hermosa joven viviéndolo, la mejor marihuana de la ciudad que convidaba sin esperar rédito alguno, sus amigos de toda la vida, el polvo inigualable de su ciudad. Pero un día la duda le golpeó en la nuca y nada volvió a ser lo mismo. “ se corre el rumor de que la Ariadna frecuenta a otro hombre”.Cuando ese rumor lo despeino una tarde, no pudo resistir el preguntárselo a su chica, quien en tremenda furia e indignación, le vació una lata de tomate sobre su computadora portátil, rompió las plantas extranjeras y nacionales, y se fue con el teléfono fijo y el documento del Grillo.
Un acto de maldad extrema, que El Grillo comprendió como un enojo hormonal femenino. En ese momento de tormento al Grillo sólo le quedó por preocuparse por su cachorro callejero que contento se había comido varias de las hojas desparramadas en el comedor. Sin saber cómo deshacerse de tantas hojas mezcladas, en un acto de irreflexión encendió la parrilla y las quemó, dicen que esa tarde la siesta del barrio duró doce horas, lo mismo que durmió el pobre cachorro relajado con la hierba de la felicidad.
Con una histeria estudiada, Ariadna lo colmó a mensajitos en su celular donde le decía lo mucho que lo extrañaba, pasaban los días el dinero se le terminaba y evidentemente la vida sin él no era la misma. El Grillo comprobó semanas después que élla se había ido a vivir a la casa de otro hombre la misma noche en que se llevó su teléfono fijo y su dni, finalmente en su indignación El Grillo aceptó ir a tomar el café que ella tanto le suplicaba en la casa de aquel extraño conocido, (por que bien se sabe que en una ciudad chica todos son conocidos, directa o indirectamente), hicieron el amor esa misma tarde en la cama “del otro” y la vida volvió a estar en orden, su corazón se quedó tranquilo sabiendo que ya ella no lo engañaba con otro, sino que esta vez él sería “el otro”.
Cuando me contó esto, le pregunté al Grillo cómo podía estar con una chica que evidentemente era una jodida. Me miró con aire superado me dijo que en su corazón el rescataba cuando hacían salsa de tomate juntos, y que la estaba aleccionando, ya que era él quien iba a verla cuando quería. Y la visitaría todas las tardes, tomando el café con sabor a amante.

miércoles, 7 de octubre de 2009

LA CACERÍA




Esta historia va dedicada a los anónimos Gratinados de Palermo. También servirá para desasnar a algún antihéroe sobre la naturaleza de algunas féminas.


En el borde de la pileta del exclusivo condominio bajo un sol real, mostraban sus bronceados de cama solar tres amigas. No era importante quemarse bajo el sol, sino estar a la vista de cualquier hombre disponible. Por supuesto bien sabían que no iría a darse un chapuzón el panadero de la esquina, ni el intelectual de turno, que si bien puede tener una extensa y aburrida conversación sobre cualquier cosa, seguro su billetera estaría tan flaca como su cuenta bancaria si la tuviese. No, en el condominio se aseguraban ejemplares con más de una tarjeta gold, y unos cuantos billetes por gastar en sus bien nutridas billeteras de cuero. Entonces cada movimiento, cada toalla, cada crema solar, estaban dispuestas de manera estratégica, nada quedaba al azar. Y mucho menos para Sofi. Toda ella y hasta su nombre son casi de verdad, dice llamarse Sofi por que suena refinado, dulce e inocente, y a los hombres eso les encanta, ella es como una miniatura perfecta, un minón de bolsillo, delgadita de 1,60mt, unas delanteras XL, y un físico esculpido en varias sesiones de masajes al ozono, rubia lancom, ojos cafés. Vivía en el condominio de lujo ganado a su ex marido en una estrategia que le costo de inversión solo unos cinco años de vida. Ahora a sus cuarenta y pocos, lucir como lucía le costaba todo lo que ella ganaba, no tenía ya resto ni para las vacaciones, así que buscaba la solución en una gorda billetera que trae por defecto pegado a un hombre. Realmente a estas alturas de conocerla aún no puedo afirmar que Sofi de tanto hacerse la boluda, terminó por serlo, o es muy inteligente y lo disimula divinamente. El caso es que va desplegando su aire de ingenua inocente atrapando peces ya marcados. Y fue así que cayó en su mirada puntiaguda de ingenuos ojos cafés un buen amigo mío, Sergio, inteligente, pero hombre.
Sergio, para nada atractivo pero empresario exitoso, es dueño del gimnasio (entre otras cosas) al que Sofi casualmente frecuentaba, realmente ella no sabe lo que es el sudor, se paseaba con una toallita en mano, un pequeño top y unas calzas entre maquina y maquina como habiendo ya terminado su rutina, el caso es que apenas se subía a la cinta caminadora, y cuando veía aparecer a Sergio entablaba alguna conversación, siempre de manera esporádica pero las veces suficientes como para establecer una modesta confianza, hasta que llegó el verano. Fue entonces cuando Sergio fue a la pileta, y vio a Sofi junto a sus dos amigas, se fue hacia ella, como un bicho atraído por la luz. No fue el perfecto dorado, ni el pelo en el viento, lo que a Sergio le llamó la atención, sino algo cegó por un instante sus ojos, y era el reflejo en el agua que hacía el corpiño de grandes lentejuelas verdes que Sofi se había puesto , como quien se pone unos vaqueros para ir al super. Sofi sentada al borde de la pileta chapoteaba suavemente, jamás se metería al agua, por que el pelo no quedaría salvaje despeinado al disimulado descuido del viento.

Ella le sonrió, él se sentó a su lado y entre miradas y sonrisas élla le dijo que pensaba irse de vacaciones a alguna cabaña de Córdoba y si el quería podían ir juntos para compartir los gastos. Lo cierto es que Sergio ya tenía alquilada una casa en Punta del Este donde iría con su hijo adolescente, así que invitó a Sofi pasar las vacaciones con ellos sin necesidad de compartir nada, iría como invitada.

Como bien dije todo, estaba pensado. Ella sabía que las lentejuelas en las XL no fallaban.